miércoles, 16 de abril de 2014

Un modelo de universidad para el siglo XXI

Internet está cambiando muchas cosas y podría haber cambiado muchas más si la sociedad se adaptase al ritmo que avanza la tecnología. Las TIC están cuestionando modelos de negocio conocidos desde hace siglos, como por ejemplo, el mundo editorial. La participación de intermediarios (editor, impresor, distribuidor o librero) que eran clave en el sector del libro, cada día aportan menos valor al proceso, debido a las tecnologías de la información y las comunicaciones.
El primer aldabonazo de aviso, fue la venta de libros por Internet de Amazon, que supuso un cambio radical en el proceso de distribución. Sin embargo, la revolución aparece con el libro electrónico y los dispositivos de lectura como los eReader o las tabletas. Como consecuencia, todos los eslabones de la cadena empiezan a resentirse y el efecto más visible, el cierre de librerías. El proceso puede alcanzar al editor, al ser sustituido por un sistema de recomendaciones basado en las redes sociales. Quienes no pueden faltar son los creadores. Creadores y lectores conectados directamente a través de internet.
Todo lo anterior, es extrapolable a otros modelos de la difusión de la cultura, como son la música o el cine. Todos ellos tienen en común la posibilidad de que los intermediarios sean cada vez menos necesarios. Quienes no pueden faltar son los creadores. Creadores y espectadores o aficionados, conectados directamente o casi (Spotify, Netflix) a través de internet.
Este paradigma se puede alcanzar a las universidades en su misión de comunicar el conocimiento a los estudiantes. Los sistemas universitarios presenciales son caros y tecnológicamente son candidatos a la introducción de las TIC de forma masiva. El problema para su incorporación, como en el caso de la cultura, no es la tecnología, sino la inercia social.
Es verdad que a muchos nos gusta la sensación de un libro en papel y mantenerlo en nuestras manos mientras lo leemos. Es verdad que es mucho más humana, la conexión entre profesor y alumno en una clase presencial. Sin embargo, las clases magistrales, se pueden preparar mucho mejor si se hace con buenos medios para un gran número de estudiantes por el mejor comunicador de entre los profesores. La presencialidad, como ocurre con el teatro o los conciertos, no desaparecerá, pero pasará a un segundo plano en la transmisión masiva de conocimiento.
En el caso de las universidades el cambio se empieza a vislumbrar a través de las plataformas MOOC, donde además de clases magistrales masivas en vídeo, existen pruebas de autoevaluación y se utilizan técnicas de redes sociales para que los estudiantes puedan interconectarse. De nuevo, quienes no pueden faltar son los creadores del  conocimiento y de los procesos para transmitirlo. Creadores y estudiantes conectados directamente a través de internet.
Está claro que un cambio radical no será viable por cuestiones de inercia social. Sin embargo, si un país tuviese que diseñar “Ex novo” un sistema universitario no se debería mirar en el espejo de los sistemas existentes, si no crear un modelo de universidad para el siglo XXI.